En
una ceremonia cargada de simbolismos fueron ordenados de diáconos transitorios,
los seminaristas Alfredo Hernández y José Coromoto Romero, así como instituidos
con las sagradas ordenes del acolitado los seminaristas José Luis Arismendi y Alexis
Daboín.
La
celebración se efectuó en la Santa Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario de
Cabimas, la cual estuvo presidida por
Monseñor William Delgado Silva, obispo de la Diócesis de Cabimas, y contó con
la presencia de parte del clero diocesano, seminaristas, grupos de apostolados,
familiares y amigos de los jóvenes ordenados, quienes están cada vez más cerca
de la ordenación presbiteral.
El
obispo Diocesano, al hacer su intervención, uniéndose a la alegría de la
Iglesia por la ordenación de dos diáconos y por el ministerio del acolitado de
otros dos, elevó su agradecimiento a Dios porque sigue bendiciendo esta Iglesia
Local con vocaciones sacerdotales.
“Una
ordenación es siempre una celebración litúrgica muy especial y extraordinaria,
ya que es la consagración al Señor de un joven, es un gran don que Dios concede
a su Iglesia. Es una singular acción sagrada de renovación y crecimiento de la
Iglesia que, gracias a la fuerza del Espíritu de Dios, vive, se renueva y crece
en los corazones de los fieles, de los fieles, religiosos y consagrados, de los
ministros del altar, diáconos, sacerdotes y obispos”, agregó.
El
obispo de Cabimas, mencionó “la Iglesia se va sintiendo fortalecida por la
entrega de estos nuevos ministros del señor. Por esto, damos gracias a Dios”.
Al final les dijo “queridos diáconos
y ministros acólitos, les dejo la tarea de conocer bien la encíclica del Papa
Francisco. Ahí tienen un buen programa para su ministerio”.
Inmediatamente se dio
inicio al ritual para recibir la orden del ocolitado, que capacita al
seminarista para servir en el altar.
Los seminaristas José
Luis Arismendi y Alexis Daboín, se acercaron al obispo y éste les hizo entrega
del cáliz con el vino que se ha de consagrar, para que puedan servir dignamente
la mesa del Señor y de la Iglesia.
Ordenación Diaconal
Al
inicio de la ordenación diaconal el rector del seminario Diocesano “El Buen
Pastor” presbítero Néstor Ulloa, presenta a los elegidos y afirma que los
mismos son dignos para prestar este servicio al Señor.
Seguidamente
Hernández y Romero hicieron su promesa
de celibato, después se dio inicio a la
súplica, postración, signo de humildad y pequeñez del hombre ante Dios, mientas
el también diácono Luis Bocaranda entonaba las letanías.
Después se procedió a la imposición de las manos por
parte del obispo diocesano, y la
oración consagratoria son el centro de la ordenación diaconal. Con este gesto
es invocado el Espíritu Santo en su plenitud, ya sea para realizar una
curación, transmitir una gracia, un carisma o consagrar a un elegido para una
función determinada. Este gesto era utilizado por las primeras comunidades
cristianas, especialmente por los apóstoles; así, este poder se ha ido
transmitiendo de generación en generación.
Seguidamente los
nuevos diáconos proceden a colocarse la estola y la dalmática, vestimenta que
identifica a los diáconos en las celebraciones litúrgicas.
Por último el obispo,
durante la ordenación, también hace entrega a los
diáconos el libro de los Evangelios ya que es
propio del diácono proclamar el evangelio y predicar la palabra de Dios. Los diáconos gozan de la facultad de predicar
en cualquier parte.
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