Monseñor William Delgado junto a los sacerdotes ordenados en el 2013 |
Alfredo Hernández, fue ordenado a
cielo abierto en la parroquia San Agustín de Punta Gorda, mientras que José Romero recibió sus órdenes sacerdotales en la
Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario de Cabimas.
Ambas ordenaciones estuvieron
cargadas de gran emotividad, y se llevaron a cabo siguiendo al pie de la letra
el ritual de consagración, concluyendo así el llamado que Dios les hizo.
Ambas ordenaciones comenzaron con la presentación de los
diáconos, por parte del rector del seminario El Buen Pastor, presbítero Néstor
Ulloa y afirmando que lo mismos eran dignos de recibir el orden sacerdotal.
Durante las homilías Monseñor
William Delgado, obispo de la Diócesis de Cabimas, recalcó que la Diócesis de Cabimas
se encuentra de fiesta porque Dios “ha estado grande con nosotros, este año
hemos tenido cuatro ordenaciones sacerdotales este año, Dios ha escuchado
nuestras oraciones” apuntó.
Agradeció a las familias en nombre
de la Iglesia y de la Diócesis, por la donación de estos sus dos hijos varones,
que hoy se encuentran al servicio de Dios”.
Durante la homilía apuntó “reflexionemos
en los elementos importantes del sacerdote. El sacerdote debe ser,
constitucionalmente un modelo de estabilidad y de madurez, de entrega plena en
su apostolado. En el camino inquieto de la sociedad, se presenta con mayor
frecuencia una interrogante en la mente del cristiano, quien es el sacerdote en
el mundo de hoy? Es un marciano? Un extraño? Un fósil? La secularización, el
gnosticismo, el ateísmo en sus varias
formas, están rediciendo cada vez más el espacio de lo sagrado, le están
chupando la sangre a los contenidos del mensaje cristiano” apuntó.
-En este contexto, la vida y el ministerio del
sacerdote adquieren importancia decisiva y de urgente actualidad, agregó el
obispo de Cabimas.
“El sacerdote debe proclamar al
mundo el mensaje eterno de Cristo en su pureza y radicalidad; no debe rebajar el mensaje sino más bien, confortar a
la gente, debe dar a la gente la fuerza liberadora de Cristo, agregó.
Luego dijo muy enfático “todos
sienten la necesidad de reformas en lo social, económico y político, todos
desean que en las luchas sindicales y en la proclamación económica se reafirme
y se observe la centralidad del hombre y se persigan objetivos de justicia,
solidaridad y convergencia hacia el bien común. Pero todo eso será solo un
deseo si no se cambia el corazón del hombre, de tantos hombres que renueven la
sociedad”.
-El verdadero campo de batalla de la Iglesia es el paisaje secreto del
espíritu del hombre; y en él no se entra sin tacto, además de contar con la
gracia de estado prometida por el Sacramento del Orden, agregó.
Dijo también “es justo que el
sacerdote se inserte en la vida común de los hombres, pero no debe ceder a los
conformismos y a los compromisos de la sociedad. La sana doctrina y la
documentación histórica nos demuestran que la Iglesia es capaz de resistir
a todos los ataques, a todos los asaltos
de las potencias políticas, económicas y culturales, pero no resiste al peligro
que proviene de olvidar esta palabra de Jesús “Ustedes son la sal de la tierra,
ustedes son la luz del mundo”. El mismo Jesús indica la consecuencia de este
olvido “Si la sal se hace insípida ?Como se preservará al mundo de la
corrupción?.
El obispo le recordó a los recién
ordenados “el sacerdote responde a las exigencias de la sociedad haciéndose voz
de quien no tiene voz, de los pequeños, de los pobres, los ancianos, los
oprimidos, los marginados”.
No pertenece a sí mismo, sino a los
demás – continuó diciendo- no vive para si y no busca lo suyo, Busca lo de
Cristo, lo que es de sus hermanos. Comparte las alegrías y los dolores de todos
sin distinción de edad, categoría social, procedencia política o práctica
religiosa. Es el guía de la porción de pueblo que le ha sido confiada.
“Ciertamente no es el jefe de un
ejército anónimo, sino el pastor de una comunidad formada por personas en la
que cada una tiene un nombre, una historia, un destino, un secreto”.
El sacerdote debe ser
simultáneamente pequeño y grande, noble de espíritu como un Rey, pero sencillo
y natural como un campesino. Un héroe en la conquista de sí, el soberano de sus
deseos, un servidor de los pequeños y débiles, que no se humilla ante los
poderosos, pero se inclina ante los pobres y pequeños, discípulo de su Señor y
cabeza de su Grey.
La esperanza del mundo consiste en
contar, también para el futuro, con el amor de corazones de sacerdotes
límpidos, fuertes y misericordiosos, libres y mansos, generosos y fieles.
Rito de ordenación
Luego de la homilía se procedió a
efectuar el rito de ordenación sacerdotal, comenzando con las promesas sacerdotales,
luego se procede al canto o suplicas de las letanías, las cuales se rezan
mientras quien va a ser sacerdote se encuentra postrado en el suelo como
símbolo de humildad.
Seguidamente el obispo hizo la
imposición de las manos y la oración consecratoria, que es el centro de la
ordenación presbitaral. Con este gesto es
invocado el Espíritu Santo en su plenitud. El mismo era utilizado por las
primeras comunidades cristianas, especialmente por los apóstoles; así, este
poder se ha ido transmitiendo de generación en generación.
Luego
de la oración, los padres junto a los sacerdotes más cercanos a los nuevos
presbíteros los ayudaron a revestirse y a colocarse por primera vez la casulla
y la estola.
Seguidamente monseñor William
Delgado procedió a untarles las manos con el Santo Crisma, como signo de total consagración, de entrega
y pertenencia a Dios.
Después,
el obispo diocesano hizo entrega del cáliz y la patena, pues de ahora serán sus
principales instrumentos sagrados para la Celebración de la Eucaristía y con el
abrazo de la paz lo recibe en el colegio presbiteral.
Para luego seguir con la
consagración y la eucaristía como tal.
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