martes, 4 de febrero de 2014

MONSEÑOR WILLIAM DELGADO: “DIOS HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS TENEMOS DOS NUEVOS SACERDOTES”

         
Monseñor William Delgado junto a los sacerdotes ordenados en el 2013
José Coromoto Romero  y Alfredo Hernández, son los nuevos clérigos que Dios le ha regalado a la Diócesis de Cabimas, ambos fueron ordenados durante el mes de diciembre del año 2013 por Monseñor William Delgado Silva, obispo Diocesano.
            Alfredo Hernández, fue ordenado a cielo abierto en la parroquia San Agustín de Punta Gorda, mientras que José  Romero recibió sus órdenes sacerdotales en la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario de Cabimas.
            Ambas ordenaciones estuvieron cargadas de gran emotividad, y se llevaron a cabo siguiendo al pie de la letra el ritual de consagración, concluyendo así el llamado que Dios les hizo.
            Ambas  ordenaciones  comenzaron con la presentación de los diáconos, por parte del rector del seminario El Buen Pastor, presbítero Néstor Ulloa y afirmando que lo mismos eran dignos de recibir el orden sacerdotal.
            Durante las homilías Monseñor William Delgado, obispo de la Diócesis de Cabimas, recalcó que la Diócesis de Cabimas se encuentra de fiesta porque Dios “ha estado grande con nosotros, este año hemos tenido cuatro ordenaciones sacerdotales este año, Dios ha escuchado nuestras oraciones” apuntó.
            Agradeció a las familias en nombre de la Iglesia y de la Diócesis, por la donación de estos sus dos hijos varones, que hoy se encuentran al servicio de Dios”.
            Durante la homilía apuntó “reflexionemos en los elementos importantes del sacerdote. El sacerdote debe ser, constitucionalmente un modelo de estabilidad y de madurez, de entrega plena en su apostolado. En el camino inquieto de la sociedad, se presenta con mayor frecuencia una interrogante en la mente del cristiano, quien es el sacerdote en el mundo de hoy? Es un marciano? Un extraño? Un fósil? La secularización, el gnosticismo,  el ateísmo en sus varias formas, están rediciendo cada vez más el espacio de lo sagrado, le están chupando la sangre a los contenidos del mensaje cristiano” apuntó.
             -En este contexto, la vida y el ministerio del sacerdote adquieren importancia decisiva y de urgente actualidad, agregó el obispo de Cabimas.
            “El sacerdote debe proclamar al mundo el mensaje eterno de Cristo en su pureza y radicalidad; no debe   rebajar el mensaje sino más bien, confortar a la gente, debe dar a la gente la fuerza liberadora de Cristo, agregó.
            Luego dijo muy enfático “todos sienten la necesidad de reformas en lo social, económico y político, todos desean que en las luchas sindicales y en la proclamación económica se reafirme y se observe la centralidad del hombre y se persigan objetivos de justicia, solidaridad y convergencia hacia el bien común. Pero todo eso será solo un deseo si no se cambia el corazón del hombre, de tantos hombres que renueven la sociedad”.
               -El verdadero campo de batalla de la Iglesia es el paisaje secreto del espíritu del hombre; y en él no se entra sin tacto, además de contar con la gracia de estado prometida por el Sacramento del Orden, agregó.
            Dijo también “es justo que el sacerdote se inserte en la vida común de los hombres, pero no debe ceder a los conformismos y a los compromisos de la sociedad. La sana doctrina y la documentación histórica nos demuestran que la Iglesia es capaz de resistir a  todos los ataques, a todos los asaltos de las potencias políticas, económicas y culturales, pero no resiste al peligro que proviene de olvidar esta palabra de Jesús “Ustedes son la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo”. El mismo Jesús indica la consecuencia de este olvido “Si la sal se hace insípida ?Como se preservará al mundo de la corrupción?.
            El obispo le recordó a los recién ordenados “el sacerdote responde a las exigencias de la sociedad haciéndose voz de quien no tiene voz, de los pequeños, de los pobres, los ancianos, los oprimidos, los marginados”.
            No pertenece a sí mismo, sino a los demás – continuó diciendo- no vive para si y no busca lo suyo, Busca lo de Cristo, lo que es de sus hermanos. Comparte las alegrías y los dolores de todos sin distinción de edad, categoría social, procedencia política o práctica religiosa. Es el guía de la porción de pueblo que le ha sido confiada.
            “Ciertamente no es el jefe de un ejército anónimo, sino el pastor de una comunidad formada por personas en la que cada una tiene un nombre, una historia, un destino, un secreto”.
            El sacerdote debe ser simultáneamente pequeño y grande, noble de espíritu como un Rey, pero sencillo y natural como un campesino. Un héroe en la conquista de sí, el soberano de sus deseos, un servidor de los pequeños y débiles, que no se humilla ante los poderosos, pero se inclina ante los pobres y pequeños, discípulo de su Señor y cabeza de su Grey.   
            La esperanza del mundo consiste en contar, también para el futuro, con el amor de corazones de sacerdotes límpidos, fuertes y misericordiosos, libres y mansos, generosos y fieles.
          Rito de ordenación
                       
            Luego de la homilía se procedió a efectuar el rito de ordenación sacerdotal, comenzando con las promesas sacerdotales, luego se procede al canto o suplicas de las letanías, las cuales se rezan mientras quien va a ser sacerdote se encuentra postrado en el suelo como símbolo de humildad.
            Seguidamente el obispo hizo la imposición de las manos y la oración consecratoria, que es el centro de la ordenación presbitaral. Con este gesto es invocado el Espíritu Santo en su plenitud. El mismo era utilizado por las primeras comunidades cristianas, especialmente por los apóstoles; así, este poder se ha ido transmitiendo de generación en generación. 
            Luego de la oración, los padres junto a los sacerdotes más cercanos a los nuevos presbíteros los ayudaron a revestirse y a colocarse por primera vez la casulla y la estola.
            Seguidamente monseñor William Delgado procedió a untarles las manos con el Santo Crisma,  como signo de total consagración, de entrega y pertenencia a Dios.
Después, el obispo diocesano hizo entrega del cáliz y la patena, pues de ahora serán sus principales instrumentos sagrados para la Celebración de la Eucaristía y con el abrazo de la paz lo recibe en el colegio presbiteral.  

            Para luego seguir con la consagración y la eucaristía como tal.

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