jueves, 27 de marzo de 2014

NOTA DOCTRINAL-PASTORAL SOBRE EL MATRIMONIO

1.- En el ejercicio del Ministerio Episcopal, los Obispos tienen el deber de enseñar la sana doctrina y proclamar la Verdad revelada que ilumina los diversos aspectos de la vida de los creyentes y de todos los seres humanos. Al realizarlo, con el carisma magisterial que les es propio, dan a conocer la enseñanza de la Iglesia, que reconoce, defiende y promueve la dignidad de toda persona humana.


2.- Desde este horizonte, queremos recordar y proclamar la Verdad sobre el hombre. Nos revela la Escritura Sagrada que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gen. 1,27) Así, desde el inicio se estableció que existen dos sexos que distinguen a los seres humanos: el masculino y el femenino. Esta es una realidad esencial que se mantiene desde siempre y que no se puede cambiar. “Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: “El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24” (CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 2335).

3.- Con la Encarnación del Hijo de Dios, la naturaleza humana adquirió una mayor dignidad. De hecho, Jesús de Nazaret, Dios humanado, con su entrega pascual hizo posible que todo ser humano pudiera llegar a ser “hijo de Dios” (Cf. Jn 1,12). Así, le abrió la puerta a la humanidad para que alcanzara la plenitud de la salvación al introducirla en el camino de la novedad de vida (Cf. Rom. 6,4).

4.- Desde el mismo acto creador, Dios instituyó el matrimonio entre el hombre y la mujer. Con él, le dio la gracia de la complementariedad y de la fecundidad, para que con sus hijos poblaran la tierra (cf. Gen 1,28) El matrimonio hace del hombre un padre y de la mujer una madre. A través del diálogo de amor y la mediación sexual, se hizo posible la comunión de los esposos, quienes con la fecundidad manifestada en los hijos y la ulterior y permanente educación de los mismos se manifiestan como especiales cooperadores del Dios Creador. El CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA nos enseña: “Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos” (n. 2333).

5.- Jesús, el Señor, elevó el matrimonio a la categoría de sacramento. Como tal, es un signo sensible de la gracia divina, que permite a los esposos santificarse y hacer de su familia una “Iglesia doméstica”. Con esta realidad novedosa, el matrimonio entre un hombre y una mujer, bendecidos por el sacramento, se convierte en imagen de la estrecha e indisoluble comunión entre Cristo y su Iglesia. Desde esta perspectiva, reconoce y reafirma la centralidad del matrimonio natural entre hombre y mujer, y le da la importancia de sacramento como la afirma la Tradición y el Magisterio de la misma Iglesia.

6.- En los últimos tiempos, debido a planteamientos antropológicos cuestionables, se han venido presentando visiones distorsionadas sobre el matrimonio y la familia, así como una ideología del género que pretende desvirtuar la Verdad sobre la persona humana, el auténtico sentido de la sexualidad y hasta cambiar la  esencia natural del matrimonio. Una de esas distorsiones es el así denominado “matrimonio igualitario” o uniones entre personas del mismo sexo.

7.- En nuestro país algunos grupos sociales están promoviendo la aprobación de este tipo de “matrimonio igualitario” o uniones entre personas del mismo sexo. Incluso han hecho la solicitud de la sustitución de los términos ‘marido y mujer’ por ‘personas’ en el artículo 44 del Código Civil Venezolano; esto con el fin de que en Venezuela pueda ser aprobado el llamado matrimonio igualitario. En este sentido, queremos llamar la atención a todos los creyentes y personas de buena voluntad. Lo hacemos desde nuestro oficio magisterial:
a) La Iglesia insiste en la tolerancia y respeto que se debe tener hacia las personas homosexuales. Así lo hizo saber la Congregación para la Doctrina de la Fe en la “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la Atención Pastoral a las Personas Homosexuales”, de amplia difusión, donde se expresa: “Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.”
 b) Sin embargo, esto no significa que se haya de claudicar en la enseñanza de la auténtica doctrina sobre la sexualidad y el matrimonio. Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Los actos homosexuales, en efecto, cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. 
c) En las uniones homosexuales están completamente ausentes los elementos biológicos y antropológicos del matrimonio y de la familia que podrían fundar razonablemente el reconocimiento legal de tales uniones. Éstas no están en condiciones de asegurar adecuadamente la procreación y la supervivencia de la especie humana. En las uniones homosexuales por otra parte, falta la dimensión conyugal, que representa la forma humana y ordenada de las relaciones sexuales. Éstas, en efecto, son humanas cuando y en cuanto expresan y promueven la ayuda mutua de los sexos en el matrimonio y quedan abiertas a la transmisión de la vida.
d) Recordamos que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela acepta como válido sólo el matrimonio entre un hombre y una mujer. Para ello, se fundamenta en la ley natural. Cualquier ley o disposición legal que pretenda otra visión sobre el matrimonio y que se quiera someter a aprobación, además de ir en contra de la ley natural, atenta contra el texto y enseñanza de la Carta Magna de nuestra nación.
e) Tampoco se debe hablar del “matrimonio igualitario” entre personas del mismo sexo como si se tratara de un derecho humano. Los derechos humanos nacen de la ley natural y de la moral auténtica y no de ideologías, de propuestas culturales o de decisiones de entes jurídicos o legislativos. Es falso el argumento según el cual la legalización de las uniones homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas  ciudadanos.

8.- Pedimos a todos los miembros del Pueblo de Dios reafirmar y proclamar la enseñanza de la Iglesia, sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia. A los sacerdotes, les urgimos sobre el deber que tienen de hacerlo en todo momento sea a través de las homilías, la catequesis y la enseñanza de la sana doctrina. Los catequistas y los maestros católicos aprovechen toda oportunidad para hacerlo tanto con sus alumnos como con los padres y representantes de los mismos. De igual modo, en las escuelas católicas, en los grupos parroquiales, en los grupos juveniles y en otras instancias eclesiales se ha de proponer esta enseñanza. Los laicos, en especial quienes trabajan en la pastoral familiar, están llamados a ser voceros de esta doctrina eclesial. Nadie está exceptuado a hacerlo como tampoco se pueden esperar otros tiempos para hacerlo.

9.- La oportunidad de un próximo Sínodo de Obispos sobre la familia nos permite promover esta enseñanza con decisión y valentía. Al hacerlo, estamos movidos por el Espíritu Santo y estaremos actuando en el nombre del Señor Jesús, quien nos ha hecho servidores de la Verdad y del Evangelio.


COMISIÓN EPISCOPAL DE DOCTRINA, MORAL Y ECUMENISMO. 

No hay comentarios.:

Si deseas publicar alguna información la puedes enviar al siguiente correo: magdyzara@hotmail.com